Una bradicardia es un tipo de arritmia que consiste en una frecuencia cardíaca inferior a la normal pero, por lo general, de carácter no patológico. Veamos cómo se clasifica este trastorno en el que el corazón late demasiado lento.

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Pol Bertran Prieto

Microbiólogo, divulgador científico y Youtuber

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Los trastornos cardiovasculares son responsables de más del 32% de las defunciones registradas en todo el mundo. Así pues, nos encontramos con que las afecciones del corazón y del resto del sistema cardiovascular son, sin lugar a dudas, el principal motivo por el que las personas mueren, superando al cáncer, las infecciones de las vías respiratorias o los accidentes de tráfico.

Por ello, teniendo en cuenta también el hecho de que (con razón) siempre nos están alertando de lo importante que es cuidar la salud del órgano que es el centro del sistema cardiovascular, no es de extrañar que siempre que sentimos que algo extraño está sucediendo en nuestro pecho y que relacionamos con el corazón, todas las alarmas se encienden.

Y en este contexto, las arritmias cardíacas, esos trastornos cardiovasculares en los que se produce una alteración de la frecuencia de latidos del corazón, son las que, por su frecuencia, más preocupan a la población general. Y aunque la mayoría de veces no sean graves, debemos conocer su naturaleza clínica. Y para ello, lo primero es tener muy claro que estas arritmias pueden ser, además de asociadas a irregularidades en el latido, taquicardias (el corazón late demasiado deprisa) o bradicardias (el corazón late demasiado lento).

Las taquicardias seguramente son las más famosas, pero no debemos olvidarnos de las bradicardias. Por ello, en el artículo de hoy y, como siempre, de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a indagar en las bases clínicas de la bradicardia, comprendiendo exactamente qué es, cuáles son sus causas, qué síntomas tienen, cómo deben tratarse (si es necesario) y, sobre todo, qué tipos existen.

Qué es una bradicardia?

Una bradicardia es un tipo de arritmia cardíaca que consiste en una disminución de la frecuencia normal de latidos del corazón. En otras palabras, se trata de un trastorno que, siendo conocido también bradiarritmia, generalmente no es patológico y en el que el corazón late demasiado lento. Por regla general, se considera que una frecuencia cardíaca en reposo por debajo de 60 latidos por minuto es un estado de bradicardia, pues el rango normal es de 60-100 latidos por minuto.

Causas y factores de riesgo

Las causas detrás de las bradicardias son muy variadas e incluyen las siguientes: enfermedad del nodo sinusal (fallo en los impulsos eléctricos que controlan el latir del corazón), bloqueo auriculoventricular (alteración de las estructuras que conducen el impulso desde las aurículas a los ventrículos), defectos congénitos en el corazón, daños en el tejido cardíaco por enfermedad o por envejecimiento, hipotiroidismo, complicación posterior a cirugía cardíaca, miocarditis (inflamación del tejido del corazón), padecer una enfermedad sistémica inflamatoria (como el lupus), desequilibrios en minerales, apnea obstructiva del sueño, consumo de fármacos que pueden alterar el latir del corazón, etc.

Al mismo tiempo, es importante conocer que las bradicardias están asociadas a determinados factores de riesgo tales como la edad avanzada, el alcoholismo, el tabaquismo, el consumo de drogas ilegales, la hipertensión (presión arterial elevada) y los altos niveles de ansiedad y estrés. Todo esto lleva a que la prevalencia de este trastorno sea del 6’9% en mujeres y del 15’2% en hombres, especialmente en la población mayor.

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Síntomas y complicaciones

Aun así, como hemos dicho, muchas veces no es de carácter patológico, pues simplemente hace referencia a aquella situación en la que la frecuencia cardíaca está por debajo de los 60 latidos por minuto. Ahora bien, es cierto que hay ocasiones en las que una ralentización excesiva del ritmo cardíaco puede derivar, cuando es muy lento, en problemas para bombear la sangre desde el corazón hasta el resto del cuerpo.

En ese instante, cuando los órganos (incluidos todos los vitales), no están recibiendo la suficiente sangre ni, por tanto, el oxígeno y nutrientes que necesitan, pueden aparecer síntomas y la bradicardia pasa a ser relevante desde el punto de vista médico. Estos signos clínicos, si bien dependen de la gravedad de la bradicardia, suelen ser los siguientes.

Sensación de que el corazón late lento, dolor de pecho, problemas de memoria, confusión, cansancio rápido durante el ejercicio físico, falta de aire, fatiga, mareos, sensación de aturdimiento, intolerancia al esfuerzo, dificultad para respirar, pérdida de conocimiento… Y ya en casos muy severos que no han recibido la atención clínica necesaria, la situación puede derivar en complicaciones tales como desmayos frecuentes (con el riesgo que esto conlleva para la integridad física), insuficiencia cardíaca (incapacidad del corazón para bombear sangre) e incluso muerte súbita por infarto de miocardio.

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Prevención y tratamiento

Por todo lo que hemos visto acerca de las causas, queda claro que muchas veces la bradicardia en sí no puede prevenirse. Pero lo que sí que podemos hacer es, en caso de sufrir este trastorno de forma regular, seguir pautas para reducir el riesgo de que este derive en complicaciones y enfermedades cardíacas.

Las medidas más importantes para ello son las siguientes: mantener un peso óptimo, alimentarnos de forma saludable, practicar ejercicio físico, no fumar, tomar alcohol con moderación, mantener bajos los niveles de colesterol, controlar la presión arterial, manejar el estrés y, sobre todo, acudir a las revisiones médicas periódicas.

Y es que es en estas revisiones que pueden detectarse anomalías cardíacas y, por tanto, realizar un diagnóstico de esta bradicardia. En caso de que existan dudas con el examen físico y la escucha del corazón, puede realizarse un electrocardiograma, el problema es que es complicado (por simple estadística) que la bradicardia ocurra justo mientras se está llevando a cabo la prueba.

Por ello, se suele recurrir a dispositivos portátiles como un Monitor Holter, que registra la actividad cardíaca durante más de 24 horas si es necesario y que se lleva fácilmente mediante unas correas que se sujetan al hombro, teniendo el dispositivo en sí en el bolsillo. Posteriormente, si existen indicios o sospechas, se pueden hacer pruebas complementarias como pruebas de esfuerzo, análisis de sangre, estudios del sueño… Todo aquello que sirva para diagnosticar la bradicardia y, sobre todo, encontrar la causa de fondo, algo esencial para dictaminar un tratamiento óptimo.

Volvemos a recalcar que si no hay síntomas y, por lo tanto, no hay riesgo de que derive en complicaciones, es probable que no haya que seguir ningún tratamiento. Así pues, cuando es necesario, el tratamiento consiste en, además de evidentemente el abordaje terapéutico de la causa subyacente en caso de que se haya detectado (como por ejemplo, un caso de hipotiroidismo) o de la detención de la toma de fármacos que están alterando el ritmo cardíaco, los cambios en el estilo de vida que hemos comentado.

Normalmente, con esto es suficiente para aliviar las manifestaciones clínicas y reducir el riesgo de complicaciones. Pero cuando el paciente no responde bien, la bradicardia es grave y hay muchas probabilidades de que derive en situaciones grave, puede recurrirse a la cirugía, la cual se basa en la implantación de un marcapasos, un dispositivo que se implanta a través de un procedimiento quirúrgico (más o menos invasivo dependiendo de cómo sea el dispositivo) y que cuando detecte que el corazón late demasiado lento, enviará señales eléctricas para acelerarlo, es decir, para incrementar la frecuencia cardíaca.

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Qué clases de bradicardia existen?

Ahora que ya hemos entendido las bases clínicas de las bradicardias, llega el momento de terminar centrándonos en su clasificación. Y es que dependiendo del origen de esta ralentización del ritmo cardíaco, las bradicardias pueden clasificarse en los siguientes tipos en cuyas bases clínicas vamos a indagar a continuación.

1. Bradicardia sinusal

La bradicardia sinusal es aquella en la que no existe ninguna alteración en la conducción del impulso eléctrico. Los impulsos cardíacos se generan de forma normal, sin ninguna vinculación a una patología del corazón. Así pues, se trata de aquella situación en la que una persona sana experimenta una ralentización del ritmo cardíaco por debajo de los 60 latidos por minuto en reposo. Como puede intuirse, no requiere de tratamiento, pues no suele generar síntomas ni está asociada a enfermedad del corazón.

2. Bradicardia por enfermedad del nodo sinusal y bloqueo sinoauricular

La bradicardia por enfermedad del nodo sinusal y bloqueo sinoauricular es aquella en la que sí existen problemas en la generación y conducción del impulso eléctrico. Este trastorno se fundamenta en una alteración del funcionamiento del nódulo sinusal (una región cardíaca en la aurícula derecha con células que controlan el ritmo de latidos del corazón) a nivel o bien de génesis del impulso nervioso o bien de transmisión desde este nodo hasta el tejido cardíaco. En este caso, es más habitual que surjan síntomas y que, por tanto, el tratamiento (incluido la implantación quirúrgica de un marcapasos) sea más probable.

3. Bradicardia por bloqueo auriculoventricular

La bradicardia por bloqueo auriculoventricular es aquella en la que la ralentización del ritmo cardíaco se produce no por problemas a nivel del nódulo sinusal, sino en la transmisión del impulso eléctrico desde las aurículas hasta los ventrículos.

Estas, a su vez, pueden ser de primer grado (retrasos en la conducción del impulso pero sin llegar a que este se bloquee, en cuyo caso no suele requerir de tratamiento), de segundo grado (algunos impulsos se bloquean, requiriendo a veces de la implantación de un marcapasos) y de tercer grado (todos los impulsos eléctricos son bloqueados, requiriendo siempre la implantación de un marcapasos).