El sistema excretor humano es aquel que, a través del aparato urinario y de las glándulas sudoríparas, permite la eliminación de los desechos del organismo. Veamos su morfología y fisiología.
Pol Bertran Prieto
Microbiólogo, divulgador científico y Youtuber
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Anatomía
El cuerpo humano es mucho más que la suma de las 30 millones de millones de células que constituyen nuestro organismo. Somos, en realidad, el resultado de una organización casi perfecta de órganos y tejidos en la que cada estructura del cuerpo está involucrada en una función biológica muy específica y formando parte de un sistema corporal.
Así pues, el cuerpo humano es una máquina casi perfecta en la que los trece sistemas permiten nuestra supervivencia. Y aunque generalmente nos centramos en aquellos que nos permiten desarrollar nuestras tareas fisiológicas más vinculadas con la relación con el entorno, no podemos olvidar a aquel que nos permite depurar nuestro cuerpo de sustancias dañinas.
Estamos hablando del sistema excretor, aquel que, a través de una unión entre el aparato urinario y las glándulas sudoríparas, permite la eliminación de los desechos del organismo. Los órganos y tejidos que lo constituyen están especializados en la excreción, la función fisiológica que consiste en retirar del cuerpo las sustancias tóxicas, desechos del metabolismo y residuos no necesarios.
Pero, ¿por qué estructuras está constituido el sistema excretor humano? En el artículo de hoy y de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a responder a esta pregunta. Presentaremos los órganos que forman parte de este aparato excretor, analizando sus características morfológicas y las funciones fisiológicas específicas en las que intervienen.
Cuál es la morfología del sistema excretor humano?
El sistema excretor es uno de los trece sistemas del cuerpo humano. Es aquel que nace de la unión de distintos órganos y tejidos que, trabajando de forma coordinada, están involucrados en la función de la excreción, la función biológica que consiste en la eliminación de los residuos y desechos nitrogenados del cuerpo, los cuales, en caso de acumularse, resultan tóxicos para el organismo.
Integrado con el sistema cardiovascular, el sistema excretor dispone de órganos que permiten la filtración de la sangre para retirar de la circulación sanguínea los productos tóxicos y de vías que conducen estos desechos al exterior del cuerpo. En este sentido, el sistema excretor humano es básicamente la suma del aparato urinario y de las glándulas sudoríparas. Veamos, pues, los órganos y estructuras que conforman el sistema excretor.
1. Riñones
Los riñones son la piedra angular del sistema urinario y, por tanto, también del excretor. Se trata de dos órganos con, aproximadamente, el tamaño de un puño que se ubican por debajo de las costillas, estando cada uno de ellos a un lado de la columna vertebral. Cumplen con la función de filtrar toda la sangre del organismo.
Y son tan eficientes en dicha tarea que tardan apenas 30 minutos en hacerlo, retirando de ella las sustancias tóxicas y generando así la orina, un líquido cuya composición cuenta con un 95% de agua, un 2% de urea (la sustancia que se produce tras el metabolismo de las proteínas), un 1,5% de sales minerales y un 0,5% de ácido úrico.
La arteria renal hace llegar la sangre “sucia” a los riñones. Y es en la corteza renal, la capa más externa del riñón, donde, al albergar el 90% de los vasos sanguíneos, tiene lugar el proceso de filtración de la sangre, el cual está mediado por las nefronas, las unidades funcionales de los riñones.
Las nefronas son células especializadas en filtrar la sangre. Hay más de un millón en cada riñón y disponen de una estructura conocida como cápsula de Bowman, una esfera diminuta que rodea al glomérulo de Malpighi, un sistema capilar microscópico que pone en contacto la sangre que debe ser depurada con estas nefronas.
La sangre llega con una alta presión que permite una filtración pasiva de la misma (no requiere de gasto energético), pues la presión hidrostática obliga a los fluidos y pequeños solutos a abandonar los capilares sanguíneos (al tiempo que los cuerpos celulares y otras moléculas grandes se quedan en la circulación), consiguiendo así retirar de la sangre las sustancias tóxicas. Hemos conseguido la filtración.
Pero como no solo hemos retirado sustancias tóxicas, necesitamos una segunda fase en la que reabsorbemos el agua, la glucosa, los aminoácidos, el cloruro y el potasio, algo que se consigue a lo largo de los túbulos que conforman las nefronas y por los que discurre la “proto-orina”. Tras esta reabsorción, que es un proceso activo, ya hemos sintetizado la orina como tal.
Las papilas renales recogen la orina sintetizada que ha pasado por el proceso tanto de filtración como de absorción y la conducen hasta los conocidos como cálices menores, los cuales, a su vez, la conducirán hasta los uréteres, la siguiente estructura del sistema excretor, para que esta abandone ya los riñones.
2. Uréteres
Los uréteres son dos tubos estrechos con un diámetro de entre 4 y 7 milímetros y una longitud de entre 25 y 30 centímetros que recogen la orina de los riñones y la conducen hasta la vejiga. Disponen de unas paredes musculares que se contraen y relajan de forma involuntaria con el fin de que la orina fluya adecuadamente a través de ellos.
En este sentido, los uréteres son dos prolongaciones que nacen de la pelvis renal, el punto de salida de cada uno de los riñones. Todos los cálices mayores de los riñones convergen en esta cavidad de la cual nacen los uréteres, los cuales están enviando constantemente (cada 10-15 segundos envían una descarga) orina a la vejiga, pues los riñones no dejan de sintetizarla en ningún momento.
3. Vejiga
La vejiga es un órgano hueco, de naturaleza muscular, con forma de globo, un volumen que oscila entre los 250 y los 300 centímetros cúbicos y un tamaño de 6 centímetros de ancho y 11 centímetros de largo cuya función principal es almacenar la orina hasta llegar a un volumen concreto que permita asegurar que la micción pueda realizarse con suficiente fuerza.
Los uréteres conducen la orina hasta este órgano, la cual entra en él a través de los orificios ureterales, ubicados en la región media de la vejiga. Va recibiendo orina constantemente y va hinchándose hasta que llega a un volumen específico que dependerá del tamaño de la vejiga de cada persona y que marca un límite, el cual, cuando se traspasa, el sistema nervioso envía el mensaje al cerebro de que la vejiga debe vaciarse.
El proceso de micción, que al fin y al cabo es el proceso de vaciado de la vejiga, es, en condiciones normales, voluntario. El cerebro nos alerta de las ganas de orinar y nos da un margen. En caso de que se siga llenando y no miccionemos, la vejiga se acercará a su máximo de capacidad, momento en el que aparecerá ya el dolor. Y en última instancia, si no orinamos y para evitar daños graves, el proceso pasará a ser involuntario.
Sea como sea, lo importante es que la orina, cuando es el momento de miccionar, sale de la vejiga a través del cuello vesical, una estructura muscular con forma de embudo que rodea circularmente la uretra (que ahora la analizaremos) y que, gracias a un esfínter (músculo con forma de anillo) interno y externo, se contrae o se relaja para impedir o permitir la salida de la orina de la vejiga. Cuando se relajan, la orina avanza hasta la uretra.
4. Uretra
La uretra es un conducto con un diámetro de unos 5 milímetros que mide 3-5 centímetros en las mujeres y unos 20 centímetros en los hombres. Pero en esencia, lo importante es que es básicamente un conducto que lleva la orina desde la vejiga hasta el exterior para culminar así el proceso de micción. Si se ha almacenado como es debido en la vejiga, el flujo miccional será suficientemente fuerte como para que la eliminación de la orina sea correcta.
5. Glándulas sudoríparas
Abandonamos el sistema urinario y pasamos a hablar ahora de otros órganos y estructuras que también forman parte del sistema excretor humano. Las glándulas sudoríparas son especializaciones de tejido epitelial que contienen células que secretan el sudor, un líquido compuesto de agua, sales minerales y pequeñas concentraciones de urea y ácido láctico.
En este sentido, estas glándulas sudoríparas, además de ayudar a regular la temperatura corporal ya que al sudar conseguimos enfriar el cuerpo (el calor estimula la actividad de las glándulas), también permiten eliminar del organismo sustancias nitrogenadas de desecho, por lo que forman parte del sistema excretor. Por lo tanto, la piel es también un órgano involucrado en la excreción.
6. Hígado
Terminamos con dos órganos que en alguna bibliografía se les menciona como integrantes del sistema excretor y en otra no: el hígado y los pulmones. Y aunque siga sin estar claro si técnicamente forman parte de este sistema, nosotros hablaremos de ellos. El primero de ellos es el hígado, el órgano más grande del cuerpo humano, el cual participa en la digestión, el almacenamiento de sustancias y en la eliminación de toxinas de la sangre.
Y es por esta última función que es común hablar de él como parte del sistema excretor. El hígado es un órgano con 1,5 kg de peso y 26 centímetros de ancho que, estando ubicado en la parte superior derecha de la cavidad abdominal, por encima del estómago, entre otras funciones, convierte el amoniaco nocivo en urea, la cual es esencial para que los riñones generen la orina. Además, depura el alcohol y los fármacos y recicla la hemoglobina de los glóbulos rojos. Por todo ello, es habitual que se le mencione como estructura excretora.
7. Pulmones
Los pulmones también pueden ser considerados parte del sistema excretor, pues permiten la liberación al medio del dióxido de carbono que se ha generado tras el metabolismo celular. Los pulmones son dos sacos de color rosado que ocupan gran parte de la caja torácica y son los órganos principales del sistema respiratorio, pues son las estructuras que permiten el intercambio de gases.
Es concretamente en los alvéolos pulmonares, los pequeños sacos de aire que se encuentran al final de los bronquiolos (las últimas ramificaciones de la tráquea), donde tiene lugar el intercambio gaseoso. Las paredes de estos alvéolos está formada por capilares, por lo que se conectan así con el sistema circulatorio humano.
En este sentido, los glóbulos rojos, que llegan cargados del dióxido de carbono generado por la respiración celular, al entrar en contacto con el oxígeno que ha pasado por difusión a través de los capilares de los alvéolos, “sueltan” este dióxido de carbono ya que tienen mayor afinidad química por el oxígeno.
Este dióxido de carbono, que es tóxico para el organismo, será recogido por los alvéolos y posteriormente lo eliminaremos hacia el exterior a través de la espiración. Y es así como conseguimos excretar este gas nocivo, explicando también por qué los pulmones se consideran integrantes del sistema excretor humano.
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