El síndrome de intestino irritable es una enfermedad crónica que afecta al intestino grueso, causando dolor, cólicos, hinchazón y cambios en las deposiciones. Veamos las bases clínicas de esta patología.
Pol Bertran Prieto
Microbiólogo, divulgador científico y Youtuber
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El sistema digestivo humano es aquel que nace de la coordinación de diferentes órganos y tejidos que, en conjunto, hacen posible la digestión de los alimentos y la absorción de los nutrientes obtenidos a través de la misma. Pero como siempre, una gran complejidad fisiológica, como es el caso del sistema digestivo, está asociada también con mayor probabilidad de desarrollar patologías.
Y en este contexto, los intestinos, que se dividen en dos porciones claramente diferenciadas (intestino delgado e intestino grueso), son las partes del sistema digestivo que tienden a sufrir más trastornos, tanto de origen infeccioso como de origen no infeccioso. Existen muchas enfermedades intestinales distintas, que quedan definidas como cualquier patología que afecta a la morfología y/o fisiología del intestino delgado y/o grueso.
Y una de las más relevantes a nivel clínico es la conocida como síndrome de intestino irritable (SII), una enfermedad crónica que afecta al intestino grueso, causando dolor, cólicos, hinchazón y cambios en las deposiciones y que, si bien no provoca cambios en el tejido intestinal ni incrementa el riesgo de sufrir cáncer colorrectal, sí que afecta a la calidad de vida del paciente, especialmente a nivel emocional.
Es por este motivo que en el artículo de hoy y de la mano tanto de nuestro equipo de médicos colaboradores como de las más prestigiosas publicaciones científicas, vamos a explorar detalladamente las bases clínicas del síndrome de intestino irritable, analizando qué es, cuáles son sus causas, qué síntomas presenta y cómo puede tratarse. Empecemos.
Qué es el síndrome del intestino irritable?
El síndrome de intestino irritable (SII) es una enfermedad crónica que afecta al intestino grueso, siendo un trastorno funcional digestivo que provoca dolor en el abdomen, hinchazón y cambios en las deposiciones. Es una enfermedad que no va ligada a daños visibles en los intestinos, por lo que surgen unos síntomas sin señal de enfermedad en este tracto digestivo.
Así pues, se trata de un trastorno gastrointestinal funcional, por lo que está relacionado con el modo cómo el cerebro y el intestino trabajan conjuntamente. Estas alteraciones funcionales de origen neurológico pueden hacer que el intestino esté más sensible de lo normal y que cambie la forma e la que los músculos intestinales se contraen y se relajan.
Esto explica tanto que el paciente sea más sensible y propenso a sentir dolor e hinchazón abdominal como que aparezcan problemas digestivos a causa de la alteración en el modo de trabajar de la musculatura, surgiendo así cambios en las deposiciones, con diarrea, estreñimiento o ambas. Se trata de una patología que afecta a entre el 1,1% y el 22,1% de la población mundial dependiendo de qué criterios se utilicen.
De todos modos y pese a ser una enfermedad crónica que deba controlarse a largo plazo, solo un pequeño porcentaje de las personas con esta patología experimentan síntomas graves. De hecho, muchos pacientes pueden controlar los signos clínicos y reducir el impacto que el SII tiene en su calidad de vida con cambios en el estilo de vida, en lo que se refiere tanto a dieta como a manejo del estrés.
E incluso en caso de que surjan síntomas graves, estos se pueden tratar mediante terapia farmacológica y con asesoramiento por parte de un médico especialista. Y es que cabe destacar que, como no cursa con daños orgánicos en el intestino ni con cambios en los tejidos, no aumenta el riesgo de sufrir cáncer colorrectal.
En resumen, el síndrome del intestino irritable es un trastorno funcional digestivo de naturaleza crónica y benigna que se caracteriza por una especial sensibilidad del intestino (asociada a dolor e hinchazón) y por cambios en las deposiciones (diarrea, estreñimiento o ambas) y que surge no por daños orgánicos en los tejidos intestinales, sino por alteraciones en el modo cómo el intestino grueso y el sistema nervioso central se comunican. Pero aunque sea benigno y no reduzca la esperanza de vida, sí que afecta a la calidad de vida, especialmente a nivel emocional. De ahí que sea importante conocer sus bases clínicas.
Causas del síndrome de intestino irritable
Por desgracia, las causas detrás del desarrollo del síndrome del intestino irritable se desconocen. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que es una patología muy común que afecta a entre el 1% y el 22% de la población (según qué criterios se utilicen para definirla) y que representa 1 de cada 4 visitas al digestólogo.
Sabemos también que es más frecuente en mujeres (dos veces más común que en hombres), que suele desarrollarse antes de los 35 años (a menudo los síntomas comienzan en la adolescencia), que es menos probable que se desarrolle en adultos mayores de 50 años, que los antecedentes familiares de esta enfermedad son un factor de riesgo y que es más común en pacientes con otras patologías digestivas funcionales (como dispepsia), dismenorrea o con enfermedades mentales como depresión o esquizofrenia.
Pero a día de hoy, no se conoce un mecanismo único que explique por qué algunas personas desarrollan esta patología crónica y otras no. Aun así, al tratarse de una patología funcional, la causa tiene que deberse a problemas en el modo en el que el cerebro y los intestinos se comunican a través del sistema nervioso.
Así pues, su aparición se debería a un compleja interacción de factores genéticos, intestinales y neurológicos vinculadas a anomalías en los nervios del sistema nervioso, mala coordinación entre las señales cerebrales e intestinales, contracciones intestinales más fuertes (o más débiles) y duraderas de lo normal, cambios en la microbiota intestinal (podría estar asociado a un sobrecimiento de poblaciones bacterianas), infecciones… Todos estos factores están involucrados en su aparición.
Y además de los factores de riesgo y de las causas (o posibles causas), es importante conocer los desencadenantes, es decir, aquellos factores que hacen que una persona con esta patología experimente con mayor probabilidad los síntomas propios de la misma. Y en este sentido, los principales desencadenantes son la alimentación (se sabe que las alergias y las intolerancias influyen, pero todavía estamos estudiando el modo cómo lo hacen) y el estrés, pues la mayoría de personas experimentan los síntomas en momentos de estrés emocional y psicológico. Pero es importante dejar claro que el estrés es un desencadenante, no una causa.
Síntomas y complicaciones
Recordemos que el síndrome de intestino irritable, si bien es una patología crónica, es también de carácter benigno. Así pues, sus síntomas no guardan demasiada gravedad. Los signos clínicos varían entre personas en lo que a frecuencia de aparición e intensidad se refiere, pero suelen consistir en dolor, cólicos e hinchazón abdominal, cambios en el aspecto de las deposiciones y alteraciones en la frecuencia de evacuación, con diarrea, estreñimiento o ambas.
En algunas personas puede aparecer también un aumento de los gases intestinales, saciedad precoz, mucosidad en las heces y la sensación de que no se ha terminado de evacuar. Cabe destacar también que las mujeres con esta enfermedad tienen más síntomas durante la menstruación, aunque las causas de ello siguen sin estar del todo claras.
El dolor y otros signos clínicos tienden a mejorar e incluso a desaparecer después de realizar una deposición, pero hay veces en los que, especialmente si cambia la frecuencia de las mismas, pueden empeorar. Aun así, recordamos que es una enfermedad benigna en la que no se producen daños intestinales a nivel orgánico y cuyos síntomas no van más allá de los mencionados.
Por ello, si una persona sufre SII pero aparecen síntomas como vómitos, dificultad para tragar, dolor persistente y/o muy intenso que no mejora después de defecar, sangrado rectal, diarrea nocturna, anemia por déficit de hierro o pérdida inexplicable de peso, la visita al médico se hace obligada, pues estamos ante una afección intestinal más grave.
Como complicaciones del síndrome del intestino irritable podemos mencionar las hemorroides, que pueden surgir en algunos casos de diarrea o de estreñimiento. Pero, seguramente, las peores complicaciones tienen que ver con la calidad de vida, pues muchos pacientes declaran que pierden muchos días laborables a causa de la enfermedad y que ven su estado de ánimo mermado con frecuencia. De hecho, los síntomas del SII pueden derivar en la aparición de trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad e incluso la depresión. De ahí que sea importante saber cómo puede abordarse esta patología.
Tratamiento
Como sus causas no se conocen, no existe una prueba de diagnóstico específica para el síndrome del intestino irritable. Por ello, tras descartar otras afecciones intestinales, se aplican los conocidos como criterios de Roma, donde se analiza cómo y con qué frecuencia se presenta el dolor y el malestar abdominal propio de la patología. Si se diagnostica el SII (lo más habitual es que se hagan pruebas adicionales como una colonoscopia o una endoscopia), empezará el tratamiento.
El tratamiento, al tratarse de una enfermedad crónica, se basará en aliviar la sintomatología para que el paciente no vea su calidad de vida reducida. Y en la inmensa mayoría de casos, un control de los signos clínicos puede lograrse con pequeños cambios en el estilo de vida: evitar los alimentos que desencadenan los problemas, manejar el estrés, beber mucha agua, dormir lo suficiente, practicar deporte de manera regular, comer productos ricos en fibra y, dependiendo del paciente, eliminar los alimentos muy grasos, con gluten o ricos en FODMAP.
Generalmente y con ayuda de un dietista, este abordaje es suficiente para reducir la afectación que este SII tiene en el día a día. Pero si el paciente no responde lo suficientemente bien, siempre hay otras alternativas que pueden consultarse con un médico, el cual va a recetar productos o medicamentos que ayuden a controlar la sintomatología.
Los analgésicos, los anticolinérgicos, los antidiarreicos, los laxantes, los suplementos de fibra e incluso los antidepresivos son opciones para tratar farmacológicamente los signos clínicos de la enfermedad. Y además, existen fármacos específicos para el tratamiento del SII, como son el Alosetrón, la Lubiprostona, la Rifaximina, la Linaclotida y la Eluxadolina. Actualmente se está investigando también el trasplante de materia fecal como forma de tratamiento del síndrome de intestino irritable, pues permitiría recuperar la flora intestinal adecuada; y es que como hemos visto, problemas en las poblaciones bacterianas podrían estar detrás del desarrollo de esta patología.
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