Un cáncer metastásico es aquel que, a través de la sangre, el sistema linfático o las mucosas, ha diseminado a órganos o tejidos distintos al inicial. La mayoría de muertes por cáncer se deben a ello.

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Pol Bertran Prieto

Microbiólogo, divulgador científico y Youtuber

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  • Cáncer

El cáncer es, sin duda, una de las enfermedades más temidas del mundo. Y no solo por su elevada incidencia, pues se diagnostican anualmente 18 millones de casos en todo el mundo, sino por todo lo que implica a nivel personal y familiar y por su gravedad.

Evidentemente, el cáncer es una enfermedad muy peligrosa, pero no es, en absoluto, sinónimo de muerte. De hecho, a pesar de no tener cura, los tratamientos actuales han conseguido que, al menos, la mayoría de cánceres más comunes tengan índices de supervivencia muy altos.

De hecho, el cáncer de mama, el colorrectal, el de próstata, el de piel, el de tiroides, etc, tienen tasas de supervivencia superiores al 90%. Por lo tanto, el cáncer en sí no es lo que hace de esta enfermedad algo tan peligroso. La mayoría de muertes por cáncer ocurren cuando este ha hecho metástasis.

Si no se diagnostica a tiempo y el tumor maligno ha diseminado a otros órganos y/o tejidos, la dificultad para erradicarlo correctamente es muy elevada y la afectación sistémica es muy pronunciada, lo que explica que los índices de supervivencia mencionados desciendan hasta menos del 20% e incluso por debajo del 10%. Pero, ¿qué es exactamente la metástasis? En el artículo de hoy responderemos a esta y muchas otras preguntas.

Tumor, cáncer y metástasis: quién es quién?

Antes de entrar en profundidad en el tema, es importante entender exactamente estos conceptos, pues, a pesar de que a veces se confunden, son totalmente distintos. Por ello, empezaremos, como no puede ser de otra manera, por el principio. ¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando desarrollamos un cáncer?

1. El desarrollo de un tumor

Todas las células de nuestro cuerpo se dividen constantemente, pues ellas también “se hacen mayores” y tienen que ser reemplazadas por células hijas más jóvenes. La velocidad a la que hacen esto depende del órgano o tejido en cuestión. Las del epitelio intestinal, tienen una esperanza de vida de entre 2 y 4 días, mientras que las del corazón pueden estar sin regenerarse más de 15 años.

Sea como sea, lo importante es que, una célula, para dividirse en dos, lo primero que tiene que hacer es replicar su material genético. Lo que queremos es que las nuevas hijas tengan exactamente el mismo ADN que la madre, pues tiene que tener los mismos genes para desarrollar la misma función de su progenitora.

Para ello, las células cuentan con una serie de enzimas (unas moléculas proteicas que inician, dirigen y aceleran todos los procesos bioquímicos intracelulares) especializadas en hacer “copiar - pegar” de nuestro ADN. Y lo hacen con una exactitud mayor que cualquier máquina inventada por el ser humano.

Lo que hacen es utilizar de molde el ADN de una célula y, a partir de ahí, fabricar una nueva con la misma secuencia de nucleótidos (las unidades que, juntas, conforman los genes). Y son tan precisas que solo se equivocan en 1 de cada 10.000.000.000 de nucleótidos que ensamblan.

Y cada vez que esto sucede (y sucede constantemente), la célula desarrolla una mutación, pues su ADN no es exactamente igual (prácticamente sí, pero no del todo) al de la madre. Esto, si pasara una sola vez, no supondría ningún problema. De hecho, un solo cambio en un nucleótido no hace que el gen resultante sea distinto.

El problema es que, división tras división, estas mutaciones genéticas se van acumulando en esa línea celular. Y, tras varios episodios de replicación en el que esos cambios de nucleótidos se van conservando en la “familia de células”, llega un momento en el que, totalmente por azar, las mutaciones se hayan producido en los genes que controlan los ciclos de división.

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Las mutaciones genéticas son las que el impulsan el desarrollo de tumores. Y, aunque se puedan estimular por exposición a agentes cancerígenos, son sucesos azarosos.

Es decir, si las mutaciones se han acumulado en la parte del ADN que regula cuándo tiene que dividirse la célula, es posible que esa célula pierda la capacidad de controlar su ciclo de replicación. Y ahí vienen los problemas.

Como podemos deducir en este punto, todo aquello que estimule los errores de las enzimas que replican el ADN aumentará el riesgo de acumular mutaciones. De ahí la peligrosidad de exponerse a agentes cancerígenos. Aunque, como vemos, estos problemas pueden ser fruto del puro azar. Y cuanto mayor sea la persona, como habrá pasado por más divisiones celulares, más probable será que alguna de ellas haya alterado el ciclo de división de las células de algún órgano o tejido de su cuerpo.

Sea como sea, cuando esto ha sucedido, estas células crecen de forma descontrolada y pierden su funcionalidad, por lo que termina formándose una masa celular con un ritmo de división anormalmente alto que da lugar a un crecimiento extraño y cuyas células que lo conforman no tienen nada que ver ni a nivel fisiológico (de funciones que desempeñan) ni a nivel morfológico con las otras células de ese tejido que siguen desarrollándose con normalidad.

En este momento, la persona ha desarrollado un tumor. Pero, ¿significa esto que tiene cáncer? ¿Cuándo entramos en el tema de la metástasis? A continuación lo entendemos.

2. El paso de tumor a cáncer

Tumor no es, al menos siempre, sinónimo de cáncer. Y esto es muy importante que quede claro. Hasta este momento, tenemos una masa de células que ha crecido descontroladamente y que no está desempeñando sus funciones que le corresponden para el órgano o tejido en el que se encuentra.

Pero un tumor, de por sí, no siempre compromete la salud de la persona. De hecho, la mayoría de veces, no pone en peligro la funcionalidad del órgano o tejido en el que se encuentra. Por ello, siempre que la parte del cuerpo en la que se encuentra pueda seguir funcionando con normalidad, esté en una región no vital del organismo, no siga creciendo (no todos los tumores crecen indefinidamente) y no haya riesgo de metástasis, es decir, de que disemine a órganos vitales, estamos ante lo que se conoce como tumor benigno.

Es posible que, en caso de detectarlo, se opte por extirparlo, pero hay veces en el que el riesgo de este procedimiento es mayor que el propio daño que puede causar el tumor, por lo que no siempre se realiza una extirpación.

Ahora bien, cuando este tumor compromete la funcionalidad del órgano o tejido en el que se encuentra (especialmente si es un órgano vital), hay riesgo de que disemine a otras regiones del cuerpo y, en definitiva, compromete la salud de la persona, estamos ante un tumor maligno, más conocido como cáncer.

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Pero, ahora ya hay mucho riesgo de morir? No. Ya hemos dicho que, aunque hay excepciones, cuando estamos en este punto en el que el cáncer está limitado a una región concreta y todavía no se ha movido a otras zonas del cuerpo, los índices de supervivencia son bastante altos.

Es cierto que en la fase en la que el cáncer está localizado sigue siendo muy peligroso en cánceres como el de pulmón, el de hígado, el de esófago o el de páncreas, con índices de supervivencia de solo el 60%, 31%, 47% y 34%, respectivamente.

Pero la mayoría de los cánceres más frecuentes rozan la supervivencia del 95%, pues al estar localizado, una cirugía de extirpación (y, quizás, unas pocas sesiones de quimioterapia o radioterapia para asegurar su total eliminación) son suficientes para curar la enfermedad y asegurar un buen pronóstico.

Pero hay una condición para que esto sea posible: la detección precoz. Si se diagnostica a tiempo, la supervivencia es muy alta. El problema es que si pasa mucho tiempo, es posible que el tumor maligno, que hasta ahora estaba localizado en un punto concreto, empiece a diseminar. Y aquí es cuando se produce la metástasis y llegan los problemas graves.

3. La diseminación del tumor maligno y el desarrollo de metástasis

Llegamos, pues, al tema del artículo. La metástasis se produce cuando este cáncer, el cual estaba localizado en un órgano o tejido concreto, ha utilizado distintas vías (cuando analicemos los tipos las veremos) para diseminar a otras partes del cuerpo.

Al principio, esta diseminación empieza por órganos o tejidos cercanos a los primarios (donde se había formado el tumor maligno). En ese caso, el índice de supervivencia baja pero no demasiado en la mayoría de casos. Por ejemplo, en el cáncer de mama, esta primera fase metastásica hace que la supervivencia baje del 99% al 85%. Hay más riesgo de muerte, pero los tratamientos siguen siendo útiles.

El problema es que si sigue pasando tiempo, el cáncer puede tener tiempo de utilizar la sangre o el sistema linfático para llegar a otros órganos vitales, es decir, diseminar por todo el cuerpo. En este escenario, las células cancerosas se han desprendido totalmente del tumor maligno original y han viajado a distintas partes del organismo, formando nuevos cánceres en otros órganos y tejidos.

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Estos nuevos tumores, conocidos como cánceres metastásicos, hacen no solo que la extirpación quirúrgica sea imposible, sino que incluso tratamientos más agresivos como la quimioterapia o la radioterapia tengan un éxito muy bajo.

De hecho, como ya hemos comentado, prácticamente todas las muertes por cáncer se producen cuando este tumor maligno inicial ha diseminado a otros órganos y tejidos, especialmente a los vitales.

En el caso que comentábamos del cáncer de mama, la segunda etapa de la metástasis hace que la supervivencia baje al 27%. Pero es que algunos tipos de cáncer ven disminuido su índice de supervivencia, tras esta metástasis, a menos del 10% e incluso al 2%.

Evidentemente, la gravedad de la metástasis depende de muchos factores: el origen del tumor maligno, el tamaño, el tiempo de evolución, la salud general del paciente, el estado del sistema inmunitario, la edad, el momento en el que se diagnostica…

En resumen, la metástasis es el proceso a través del cual las células cancerosas de un tumor maligno que, en primera instancia estaba localizado en una región concreta, diseminan a través de distintas vías y forman tumores secundarios en distintas partes del cuerpo, reduciendo así la efectividad de los tratamientos y, consecuentemente, incrementando la mortalidad del cáncer.

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Cómo se clasifican las metástasis?

Cada tipo de cáncer tiene una metástasis asociada. Además, dependiendo de los órganos o tejidos donde se disemine este cáncer, estaremos ante otro tipo. Por ello, la clasificación de las metástasis no se hace en función de a qué órgano o tejido se hayan desplazado las células cancerosas (hay más de 200 tipos de tumores malignos), sino de la vía que hayan utilizado para diseminarse. En este sentido, tenemos los siguientes tipos de metástasis.

1. Metástasis hematógena

Son el tipo de metástasis más habitual. En las hematógenas, la vía que utilizan las células cancerosas para desplazarse es la sangre. Es decir, el tumor disemina desde el órgano o tejido primario hasta otras partes del cuerpo a través de los vasos sanguíneos.

Cuando el cáncer está en una región concreta, es posible que, de seguir creciendo, invada lo suficiente el órgano o tejido como para que algunas de sus células atraviesen las paredes de los vasos sanguíneos más pequeños, generalmente vénulas, que son venas con un diámetro de entre 0,01 y 0,02 milímetros que proceden de la unión de distintos capilares.

A pesar de que el sistema inmunitario consigue destruir el 99,9% de las células cancerosas que pasan a la sangre, es posible que, con el tiempo, algunas consigan superar este viaje y anclarse en un nuevo órgano. En ese momento, se ha culminado la metástasis.

El cáncer de hígado, de pulmón, de hueso, de cerebro, colorrectal, de testículos, de tiroides y algunos de mama hacen este tipo de metástasis.

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2. Metástasis linfógena

Las metástasis linfógenas son aquellas que se producen cuando las células cancerosas no utilizan la sangre como vehículo de transmisión, sino la linfa. El sistema linfático es el conjunto de órganos especializados en sintetizar y transportar la linfa, un líquido incoloro que constituye una parte fundamental del sistema inmunitario.

Es similar a la sangre en el sentido que es un líquido que fluye por nuestro cuerpo, pero no tiene glóbulos rojos (de ahí su ausencia de color), sino que su composición se basa de forma casi exclusiva en lípidos y glóbulos blancos.

Hay más de 600 ganglios linfáticos (como en las axilas o el cuello) y los cánceres pueden utilizar los vasos linfáticos que derivan de ellos como forma de transmisión. Esta vía es menos común en el sentido que la mayoría de tumores son destruidos (están viajando por el medio de transporte del sistema inmune), pero es la que los cánceres de ganglios linfáticos (evidentemente), de mama y algunos de pulmón utilizan para hacer metástasis.

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3. Metástasis transcelómica

Las metástasis transcelómicas son aquellas que se desarrollan sin que haya desplazamientos a través de ningún medio de transporte líquido del cuerpo, es decir, ni por la sangre ni por la linfa. En este sentido, los tumores malignos se desplazan a órganos o tejidos cercanos a través de las mucosas, pero no hay diseminaciones a regiones muy alejadas.

El cáncer primario llega a un órgano o tejido vecino a través de las conocidas como serosas, que son unas membranas que tapizan las paredes de los órganos internos. Es especialmente común en el cáncer de pulmón, el cual puede realizar una metástasis transcelómica viajando a través de las mucosas hasta la pleura (precisamente la membrana serosa que recubre los pulmones) e incluso el pericardio (la membrana que rodea el corazón) o el estómago. Es también habitual en el cáncer de vesícula biliar, en cuyo caso la metástasis se realiza hacia el peritoneo, que es la membrana que recubre el estómago y los intestinos.

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Imagen de una metástasis pleural de origen transcelómico.