La aspergilosis es una enfermedad fúngica en la que Aspergillus fumigatus coloniza los pulmones, causando una neumonía que pone en peligro la vida. Analicemos sus bases clínicas.
Pol Bertran Prieto
Microbiólogo, divulgador científico y Youtuber
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Los hongos no siempre se comportan como patógenos. Es más, de las 600.000 especies fúngicas que podrían existir en el mundo, la mayoría son totalmente inofensivas y algunas incluso son beneficiosas para nosotros, como las setas comestibles o los hongos microscópicos usados en la industria alimentaria para la fabricación de cervezas o quesos.
Pero es cierto que, pese a que los patógenos más conocidos por su relevancia clínica sean los virus, las bacterias y los parásitos, los hongos también pueden ser agentes infecciosos. La mayoría de estos hongos patógenos infectan tejidos y órganos externos, siendo la piel la más susceptible, donde desarrollan conocidos trastornos tales como los pies de atleta, la dermatofitosis o la onicomicosis, que, más allá de las molestias, no son enfermedades peligrosas.
Aun así, especialmente en personas con sistemas inmunes debilitados y/o con patologías previas, los hongos pueden infectar tejidos y órganos internos, dando lugar a enfermedades fúngicas que, si bien son raras, pueden poner en peligro la vida y requerir de un abordaje clínico inmediato.
Y una de estas patologías fúngicas es la aspergilosis, una infección de los pulmones por parte de Aspergillus fumigatus, que coloniza estos órganos respiratorios y provoca una neumonía que, sin tratamiento, puede llegar a ser mortal. Veamos sus causas, síntomas, complicaciones y tratamiento.
Qué es la aspergilosis?
La aspergilosis es una enfermedad fúngica rara que afecta a personas inmunodeprimidas y/o con patologías respiratorias previas en la que un hongo de la especie Aspergillus fumigatus se aprovecha de esta debilitación del sistema inmunitario para, tras acceder a los pulmones por la inhalación de esporas, colonizar estos órganos respiratorios, crecer en ellos y provocar una neumonía que, sin tratamiento inmediato, pone en peligro la vida.
La infección por parte de este hongo patógeno provoca los síntomas característicos de una neumonía, con falta de aire, expulsión de esputo con sangre (por todas las lesiones físicas que está provocando el hongo al crecer), pérdida de peso, fiebre elevada, tos y dificultades respiratorias que, en caso de no realizar una terapia con fármacos antifúngicos potentes, pueden provocar la muerte del paciente.
De todos modos, cabe destacar que es una enfermedad extremadamente rara en la población sana general. Como ya hemos comentado, la infección pulmonar por parte de Aspergillus fumigatus solo sucede en personas con sistemas inmunitarios debilitados y/o con enfermedades respiratorias previas. De hecho, es un hongo que se encuentra de forma natural en el ambiente (incluso dentro de las casas) y con cuyas esporas entramos en contacto frecuentemente, pero un sistema inmune sano impide que estas provoquen una colonización.
Se trata, pues, de una micosis invasora que, aunque sea extraña, presenta una incidencia que va en aumento en todo el mundo. En los años 90, un estudio epidemiológico situó la incidencia de la aspergilosis en 1 caso por cada 100.000 habitantes, aunque se cree que esta cifra está aumentando en un 3% cada año. Las causas de esto no están demasiado claras, pero lo que sí lo está es que, dependiendo del país y de los recursos hospitalarios que se puedan ofrecer, su letalidad va desde el 30% al 95%.
Causas
La causa de desarrollar aspergilosis es la combinación de dos factores: la inhalación de esporas de Aspergillus fumigatus y una inmunodeficiencia y/o una patología respiratoria previa como la fibrosis quística o el asma. Y esto es muy importante. Porque aunque nos expongamos al hongo, si nuestro sistema inmune está bien, no habrá ningún problema.
Aspergillus es un género de hongos filamentosos (que está formado por cadenas de células llamadas hifas) que incluye a, según los últimos cálculos, 339 especies diferentes de mohos. Una de ellas es, por supuesto, Aspergillus fumigatus, un hongo que, a pesar de lo que pueda parecer, no es patógeno. Al menos, no en un principio.
Aspergillus fumigatus, al igual que el resto de especies de su género, es un hongo saprofítico, lo que significa que crece sobre materia orgánica en descomposición, encontrándose así en suelos donde se alimenta de estos cadáveres, hojas muertas o excrementos, realizando una digestión extracelular.
Esto hace de Aspergillus fumigatus un hongo de amplia distribución e incluso con gran importancia en el ciclo del nitrógeno y del carbono. Con un tamaño de entre 2 y 3 micrómetros, se encuentra de forma natural en muchos ambientes, incluso en el interior de las casas.
Y, como hongo que es, se reproduce mediante la liberación de esporas al aire. Y aquí, ¿qué puede suceder? Exacto. Que las inhalemos y que, a través del aparato respiratorio, lleguen a los pulmones. Si no tenemos una patología respiratoria previa como asma o fibrosis quística y una debilitación del sistema inmune, no pasará nada. Las células inmunitarias neutralizarán las esporas antes de que se desarrolle una infección pulmonar.
Es más, la mayoría de cepas no son capaces de desarrollar un proceso infeccioso. Pero si se juntan las condiciones de inhalación de esporas de una cepa sí patógena y que la persona sufra una inmunosupresión y/o patología respiratoria previa, hay riesgo de que se desarrolle la aspergilosis como tal.
De este modo, los factores de riesgo más importantes son tener un sistema inmunitario debilitado (por enfermedad o por tomar medicamentos inmunosupresores después de un trasplante), tener espacios de aire (cavidades pulmonares) en los pulmones, sufrir asma o fibrosis quística, someterse a un tratamiento a largo plazo con corticosteroides, tener niveles bajos de glóbulos blancos, sufrir enfermedad granulomatosa crónica, estar recibiendo tratamientos hospitalarios agresivos (como la quimioterapia) y, en general, estar en peligro de sufrir infecciones oportunistas.
Recordemos, sin embargo, que se trata de una enfermedad rara que, a pesar de que es difícil estimar todos los casos, podría tener una incidencia de 1 caso por cada 100.000 personas. Se habla de que cada año hay entre 1 y 4 millones de casos en todo el mundo.
Síntomas
Los signos clínicos dependen de muchos factores, pues, como hemos visto, el estado de salud de la persona es, seguramente, lo más relevante en el desarrollo de esta infección pulmonar oportunista. De hecho, podemos dividir la aspergilosis en tres variantes dependiendo de sus características:
Aspergilosis invasiva:
Es la forma más grave (y también la más rara) y, apareciendo en casos de gran inmunosupresión como consecuencia de la quimioterapia, enfermedades inmunológicas o trasplante de médula ósea, es la que tiene una tasa de letalidad más alta.
La tos, la falta de aire, la fatiga, la pérdida de peso, la sibilancia (silbidos al respirar) y la expulsión de esputo con sangre son solo los primeros síntomas respiratorios que surgen cuando Aspergillus fumigatus está creciendo en los pulmones.
El problema es que puede migrar a otras regiones del cuerpo, extendiendo la infección fúngica a la piel, los riñones, el corazón e incluso el cerebro. En ese momento empiezan a surgir dolores de cabeza, síntomas en los ojos, falta grave de aire, dolor en las articulaciones, fiebre muy elevada, escalofríos, secreción nasal con sangre, etc.
Aspergilosis alérgica:
Técnicamente conocida como aspergilosis broncopulmonar alérgica es aquella forma de aspergilosis en la que los síntomas no aparecen por la colonización y daños pulmonares por parte de Aspergillus fumigatus, sino por una reacción alérgica a su presencia. No requiere de una situación de inmunosupresión, por lo que suele ser más leve.
Generalmente, las personas con asma (el 2,5% sufren aspergilosis alérgica) o fibrosis quística (entre el 1% y el 15% sufren aspergilosis alérgica) son más propensas a tener reacciones alérgicas a la presencia del hongo. Los síntomas consisten en fiebre, una tos que puede venir acompañada de sangre, tapones de moco y un empeoramiento del asma.
Aspergiloma:
El aspergiloma es una variante de la aspergilosis que afecta a personas con enfermedades pulmonares crónicas (tuberculosis, sarcoidosis o enfisema) que hacen que se formen cavidades o espacios de aire en los pulmones. Aspergillus fumigatus puede aprovecharse de esto y formar bultos fúngicos (masas enredadas de hifas dentro de estas cavidades pulmonares), también conocidos como aspergilomas.
Este aspergiloma lo que hace es empeorar la enfermedad respiratoria crónica en cuestión, por lo que, si bien al principio los síntomas pueden ser leves, con el tiempo (si no se aplica tratamiento), puede derivar en falta de aire, fatiga, expulsión de esputo con sangre, silbidos al respirar y pérdida involuntaria de peso.
Tratamiento
Hay que tener en cuenta que prevenir la exposición a Aspergillus fumigatus es prácticamente imposible y que, ante una situación de inmunosupresión (por enfermedad, por estar recibiendo tratamientos agresivos como la quimioterapia o por haberse sometido a un trasplante de médula ósea), siempre habrá riesgo de sufrir esta infección pulmonar.
Puede reducirse ligeramente este riesgo evitando los lugares donde sabemos que hay mayor cantidad de moho y, sobre todo, utilizando la mascarilla para evitar la inhalación de esporas. Pero es evidente que es muy difícil reducir del todo este riesgo.
Además, diagnosticar un cuadro de aspergilosis invasiva o de aspergiloma puede ser difícil, no solo porque los síntomas pueden confundirse con los de otras enfermedades no fúngicas, sino porque técnicamente es difícil distinguir, con microscopio, Aspergillus fumigatus de otros hongos filamentosos.
Sea como sea, la combinación de pruebas de imagen (especialmente una radiografía de tórax), un análisis de esputo (para ver, con un tinte, indicios de la presencia de las hifas del hongo), un análisis de sangre (esto sobre todo para las aspergilosis alérgicas) y, en caso de requerir de confirmación, una biopsia de los tejidos de los pulmones.
Si se confirma el diagnóstico, el tratamiento debe empezar lo antes posible. Y este dependerá, evidentemente, del tipo de aspergilosis en cuestión y del estado de salud general del paciente. Las opciones son la observación (en casos leves, sobre todo de alergias, basta con hacer un seguimiento para controlar que no derive en nada grave), los corticosteroides orales (también en aspergilosis alérgica, para impedir que los síntomas de asma o de fibrosis quística empeoren), los fármacos antifúngicos (el tratamiento con medicamentos que matan a los hongos es el primordial en las aspergilosis invasivas, aunque presentan efectos secundarios notorios), la cirugía (para extirpar la masa de hongos si los medicamentos no actúan bien) y, en caso de que haya sangrado asociado a un aspergiloma, una embolización. Gracias a todas estas terapias, el riesgo de muerte se reduce enormemente.
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