Este tipo de cáncer se desarrolla en las células hepáticas y es uno de los más comunes en el mundo.

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Pol Bertran Prieto

Microbiólogo, divulgador científico y Youtuber

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Cada año se diagnostican unos 840.000 nuevos casos de cáncer de hígado, lo que lo convierte en el séptimo cáncer más común del mundo. Es el cáncer que afecta a los hepatocitos, las células que conforman el hígado.

El hígado es un órgano vital formado por hepatocitos, un tipo de células que se disponen formando un tejido que permite que el hígado cumpla con sus funciones. Los hepatocitos, pues, cumplen con muchas funciones imprescindibles para el organismo.

Producción de bilis para ayudar a la digestión, almacenamiento o liberación de glucosa, depuración de fármacos y otras sustancias tóxicas de la sangre, regulación de la coagulación sanguínea, contribución al metabolismo de hidratos de carbono, lípidos y proteínas… El hígado es vital para asegurar un buen estado de salud.

Perder su funcionalidad a causa del cáncer supone un enorme riesgo para la vida. Incluso con tratamiento aplicado de forma precoz, cerca de un 70 % de los casos terminan de forma fatal. Conocer sus causas y signos es la mejor manera de prevenirlo o, al menos, de detectarlo a tiempo.

Qué es el cáncer de hígado?

Todo cáncer consiste en un crecimiento anómalo y descontrolado de las células de nuestro propio cuerpo, las cuales, a causa de una mutación en su material genético, pierden la capacidad de regular la velocidad a la que se reproducen.

Esto hace que crezcan más de lo que deben, cosa que acaba provocando la formación de un tumor, el cual puede ser maligno y recibir la categoría de cáncer.

El de hígado es aquel tipo de cáncer que se desarrolla en las células hepáticas o hepatocitos, las células que, como hemos visto, conforman la estructura y le dan la funcionalidad al hígado. Dada su importancia, cualquier enfermedad que afecte a su fisiología puede ser fatal. Y el cáncer es el claro ejemplo de ello.

Se trata de uno de los tipos de cáncer más peligrosos no solo por el riesgo que conlleva perder la funcionalidad del hígado, sino porque en la mayoría de casos, la enfermedad no da señales de su existencia hasta que está en etapas muy avanzadas, cuando ya es muy difícil resolver el problema.

Es importante tener en cuenta que, pese a que el cáncer que nace en el hígado existe, lo más frecuente es que el cáncer de hígado sea fruto de un cáncer originado en otra región del cuerpo (estómago, mamas, pulmones, colon…) que se ha diseminado hasta este órgano.

El cáncer de hígado es más común en hombres que en mujeres y suele aparecer en personas mayores de 50 años.

Causas

Una de las principales dificultades en la lucha contra este tipo de cáncer es que las causas no están demasiado claras. No solo porque es difícil determinar qué hace que las células hepáticas se conviertan en tumorales, sino porque, como hemos mencionado, muchos casos de cáncer de hígado proceden de la metástasis de otros cánceres.

La principal causa del cáncer de hígado es sufrir hepatitis, una infección hepática por parte de distintos virus, los cuales infectan las células del hígado y las dañan. Existen distintos tipos de esta enfermedad: hepatitis A (el virus se transmite por contacto con heces de una persona infectada), hepatitis B y hepatitis C (ambas por contacto con sangre de persona infectada o por relaciones sexuales).

Cualquiera de estas formas de la hepatitis inflama el hígado y aumenta en gran medida el riesgo de sufrir cáncer de hígado, lo que la convierte en causa directa de esta enfermedad oncológica.

Sin embargo, también es muy frecuente que el cáncer aparezca en personas sanas que nunca han sufrido hepatitis, en cuyo caso las causas siguen sin estar demasiado claras. Se cree que su desarrollo podría ser debido a una compleja combinación de factores genéticos y ambientales.

Lo que sí se sabe es que existen factores de riesgo que aumentan el riesgo de padecer cáncer de hígado: sufrir cirrosis (un daño hepático debido principalmente al alcoholismo), padecer diabetes, tener otras enfermedades hepáticas, exponerse a aflatoxinas (sustancias tóxicas producidas por algunas especies de moho que crecen en productos mal conservados), tener una acumulación de grasa en el hígado demasiado grande, etc.

Síntomas

La naturaleza de la sintomatología también es uno de los principales problemas, pues esta no suele aparecer hasta que el cáncer se encuentra en fases avanzadas de la enfermedad, momento en el que es más difícil que los tratamientos sean exitosos.

De todos modos, estar atento a estos síntomas (especialmente si se está dentro de la población de riesgo) es de vital importancia, pues reconocer la sintomatología y acudir cuanto antes al médico, implicará que el diagnóstico y el posterior tratamiento sea lo más rápido posible.

Los síntomas son debidos al daño hepático, el cual no se hace evidente hasta que el hígado ha perdido gran parte de su funcionalidad, y son los siguientes:

  • Ictericia (coloración amarillenta de la piel)

  • Pérdida de peso inexplicable

  • Heces blanquecinas

  • Debilidad y fatiga

  • Pérdida de apetito

  • Dolor abdominal

  • Náuseas y vómitos

Si bien el cáncer es difícil de diagnosticar, lo que es más sencillo de detectar son las enfermedades que suelen conducir a su desarrollo. Es decir, si una persona ha sufrido hepatitis, cirrosis o ha hecho abusos con el alcohol, debería estar especialmente atenta a estos síntomas y someterse a revisiones periódicas con el médico, especialmente cuando se entra en la década de los cincuenta.

Prevención

La causas de la mayoría de cánceres de hígado son todavía desconocidas, por lo que es complicado establecer medidas preventivas. De todos modos, lo que sí que podemos hacer es establecer pautas para, por un lado, reducir el daño que hacemos al hígado y, por otro lado, protegerse de las enfermedades hepáticas.

1. Reducir el daño al hígado

Como cualquier otro órgano del cuerpo, es normal que el hígado vaya dañándose con la edad. De todos modos, hay que procurar reducir al máximo el daño que le hacemos al hígado, algo que se puede conseguir con las siguientes medidas.

Es importante no hacer abusos con el alcohol, hacer ejercicio físico, llevar una alimentación sana, no comer demasiado azúcar (la diabetes aumenta el riesgo de sufrir cáncer de hígado), mantener un peso saludable…

Todas estas acciones son medidas preventivas, pues evitan el daño excesivo al hígado y, por lo tanto, reducen el riesgo de padecer cáncer hepático.

2. Protegerse de las enfermedades hepáticas

En especial protegerse de las tres formas de la hepatitis que hemos visto anteriormente, pues estas enfermedades víricas son la principal causa de los cánceres de hígado.

Por ello, es importante vacunarse contra la hepatitis B, pues la vacuna puede administrarse tanto a niños como adultos. También es de vital importancia, teniendo en cuenta que dos formas de la hepatitis se transmiten por contacto sexual, no tener relaciones sin protección a menos que la pareja sea de confianza y se sepa que no padece la enfermedad.

La hepatitis también puede transmitirse por agujas con sangre de personas infectadas, por lo que las drogas intravenosas son un enorme peligro.

Además, también hay que vigilar los alimentos que se comen (para que no estén contaminados con el virus de la hepatitis A) y, en caso de que te quieras hacer un tatuaje o un piercing, hay que estar seguro de que en el local se respetan las medidas higiénicas necesarias.

Diagnóstico

La detección de un cáncer de hígado empieza cuando se observan los síntomas anteriormente mencionados o cuando el médico tiene sospechas de la presencia de esta enfermedad.

En primer lugar, al paciente se le realiza un análisis de sangre, pues con los resultados que se obtengan se puede observar si hay algún problema en la función del hígado.

En caso de que se vea algo extraño, el médico solicitará distintas pruebas de diagnóstico por imagen. Las ecografías, las resonancias magnéticas y los TAC pueden determinar la presencia de un cuerpo extraño en el hígado.

Generalmente, con los análisis de sangre y estas pruebas por imagen suele ser suficiente para determinar la presencia de un cáncer hepático. De todos modos, es posible que el médico realice una biopsia (extracción de una muestra de tejido del hígado) para confirmar el diagnóstico.

Tratamiento

Una vez se haya diagnosticado el cáncer de hígado, el tratamiento debe empezar lo antes posible. Las técnicas que se realicen dependerán tanto de la etapa de desarrollo del cáncer como de su naturaleza, así como del estado de salud del paciente y de si el cáncer ha hecho metástasis o no.

Si el cáncer se diagnostica en las primeras etapas, cosa que es poco común, estará localizado únicamente en el hígado y será suficiente con una cirugía. En caso de que el daño hepático no sea muy grave, con una extirpación quirúrgica del tumor se podrá resolver la enfermedad. Si, de lo contrario, está muy dañado, es posible que sea necesario un trasplante de hígado, uno de los procedimientos quirúrgicos más complicados y costosos del mundo.

De todos modos, dado que los síntomas no aparecen hasta que la enfermedad está muy avanzada, lo más posible es que la cirugía no sea suficiente. En este caso, el médico tendrá que optar por quimioterapia, radioterapia, inmunoterapia, administración de medicamentos o una combinación de varios.

El tratamiento no siempre es exitoso y, de hecho, se trata de uno de los cánceres con menor tasa de supervivencia. Por ello, el mejor tratamiento es la prevención. Si se cumplen con las medidas preventivas que se han mencionado anteriormente, se reducen enormemente las probabilidades de padecer este cáncer.

Referencias bibliográficas

  • American Cancer Society. (2019) “About Liver Cancer”. American Cancer Society.

  • Fundación Contra el Cáncer. (2011) “Cáncer de Hígado: Guía para Pacientes”.

  • American Cancer Society. (2019) “Liver Cancer Causes, Risk Factors, and Prevention”. American Cancer Society.